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Sobre el Juramento Contra el Modernismo

Por el Obispo Mark A. Pivarunas, CMRI

Fiesta del Papa San Pío X
Septiembre 3, 1995

Amados en Cristo,

Hoy celebramos la fiesta del Papa San Pío X, cuyo lema era “Restaurar todas las cosas en Cristo,” y es particularmente de sus enseñanzas papales que encontramos los pincipios doctrinales que justifican nuestra posición teológica para mantener la tradicional Fe Católica y rechazar las falsas innovaciones de la iglesia conciliar del Segundo Concilio Vaticano.

A principios de este siglo veinte, este santo pontífice advirtió al rebaño de Cristo de ciertos errores modernos en la filosofía y la teología que amenazaban por socavar la Fe Católica y que subsecuentemente calificó como la herejía del Modernismo. Tan preocupado estaba el Papa en esta materia que emitió un decreto especial llamado Lamentabili (1907) y una encíclica especial, Pascendi (1907), en las cuales clara y sistemáticamente desenmascaró y refutó estos errores doctrinales. No obstante, habiéndose hecho esfuerzos para continuar promoviendo la causa modernista, el Papa San Pío X en su solicitud paternal redactó y publicó el 1 de Septiembre, de 1910, el Juramento Contra el Modernismo. Esto lo impuso él a todos los seminaristas antes de su ordenación a las órdenes mayores, a todos los profesores de filosofía y teología en los seminarios y universidades, y a todos los confesores, pastores, predicadores, y superiores religiosos.

Desde su publicación, este Juramento fue tomado fielmente por todo el clero, hasta que llegó el Segundo Concilio Vaticano, cuando fue abrogado. Desde su abrogación, el clero modernista, que previamente había permanecido oculto, osadamente salió y ofreció las más absurdas teorías y errores concernientes a la interpretación de la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición y las doctrinas de nuestra Fe Católica. Qué tan aplicables se han vuelto las palabras de San Pablo a Timoteo durante estos últimos treinta años en que el Modernismo se ha vuelto tan desenfrenado:

“Que prediques la palabra, que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende,  exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y se apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:2-4).

A fin de apreciar mejor las proféticas advertencias del Papa San Pío X, en contra del Modernismo, y para comprender mejor y más completamente sus efectos devastadores sobre la Iglesia, revisemos este Juramento Contra el Modernismo.

Primero, entendamos que el Modernismo se manifiesta bajo distintas formas. Algunos modernistas son agnósticos y niegan la habilidad de nuestra razón humana para conocer a Dios, Su existencia y esencia. Otros niegan las pruebas externas de la revelación divina — los milagros y las profecías. Muchos modernistas se adhieren al relativismo dogmático — la continua y progresiva evolución de los dogmas y doctrinas de un sentido a otro completamente diferente. Muchos de ellos tienen un concepto completamente erróneo de la fe, el cual puede identificarse por el término “inmanencia vital” —
un sentimiento ciego de la religión que se origina en el subconsciente.

Estas variadas formas del Modernismo atacan a nuestra Fe Católica de multitud de maneras. Así, la primera parte del Juramento Contra el Modernismo de San Pío X es una fuerte afirmación de las verdades católicas fundamentales opuestas a esta herejía:

1) la demostrabilidad de la existencia de Dios por la razón humana;
2) el valor y la idoneidad de los milagros y profecías como criterios de la revelación divina;
3) la institución histórica de la Iglesia por Cristo;
4) el carácter inmutable de la doctrina católica;
5) lo razonable y el carácter sobrenatural de la fe.

El Juramento Contra el Modernismo primero se dirige a las verdades católicas opuestas al moderno agnosticismo:

“Profeso que Dios, el origen y fin de todas las cosas, puede conocerse con certeza por la luz natural de la razón a partir del mundo creado (vid Rom. 1:20), es decir, de las obras visibles de la creación, como una causa por sus efectos, y que, portanto, Su existencia también puede ser demostrada.

“En segundo lugar, acepto y reconozco las pruebas externas de la revelación, es decir, los actos divinos y especialmente los milagros y profecías como signos certísimos del origen divino de la religión cristiana, y sostengo que estas mismas pruebas están bien adaptadas al
entendimiento de todas las épocas y todos los hombres, aún de este tiempo.”

¿Cómo pueden algunos modernistas negar nuestra habilidad para conocer la existencia de Dios cuando el orden y la armonía del mundo a nuestro alrededor exige un Ser inteligente e infinito como su causa? ¿Cómo pueden algunos modernistas negar los milagros y profecías del Antiguo y Nuevo Testamento —
presenciados por tantas gentes que vivieron y murieron por la verdad que atestiguaron? A partir de estos dos aspectos del Juramento, podemos entender la mentalidad de la mente modernista que se aleja de la verdad objetiva y de la evidencia concreta para ir tras de especulaciones y teorías puramente subjetivas.

Esto se identifica tan acertadamente con las palabras de San Pablo arriba citadas:

“no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias… y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4:2-4).

Lo siguiente a considerar del Juramento trata de la misma fundación de la Iglesia por Cristo y la inmutabilidad de las doctrinas enseñadas por Cristo a Sus Apóstoles y fielmente transmitidas por ellos a sus sucesores:

“Tercero, creo con la misma fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, fue personalmente instituída por el Cristo real e histórico cuando vivía Él entre nosotros, y que la Iglesia fue construída sobre Pedro, el príncipe de la jerarquía apostólica, y sus sucesores por toda la duración del tiempo.

“Cuarto, sinceramente sostengo que la doctrina de la fe fue transmitida a nosotros por los apóstoles a través de los Padres ortodoxos exactamente con el mismo significado y
siempre en el mismo sentido. Por tanto, rechazo enteramente la herética tergiversación de que los dogmas evolucionan y cambian de un sentido a otro diferente del que la Iglesia
sostenía previamente.”

Para los modernistas, las doctrinas de la Iglesia han evolucionado de época a época, tal como dicen que la Iglesia evolucionó. Esta evolución, dicen ellos, continuará hasta el fin del tiempo. De acuerdo al pensamiento modernista, las verdades enseñadas por Cristo y fielmente explicadas de siglo a
siglo por la Iglesia Católica, deben ser actualizadas con los tiempos. ¡Qué tan frecuente no hemos oído a los sacerdotes modernistas instruyendo a su gente a olvidar sus viejas ideas y ponerse al corriente!

Qué tan contrario es esto a las palabras de Cristo a Sus Apóstoles:

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi Nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce” (Juan 14:16).

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat. 28:19).

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:16).

¿Cómo pueden las verdades divinas, enseñadas por Cristo y cuidadosamente preservadas en la Iglesia Católica por la divina asistencia del Espíritu Santo, dejar de ser verdaderas con el paso del tiempo o el cambio de las circunstancias? El mandato de Cristo a Sus Apóstoles de “enseñar todas las cosas” y
Su promesa de estar con Su Iglesia “todos los días hasta la consumación del mundo,” garantizan en toda época la preservación de estas verdades divinas.

De todos los aspectos del Juramento, este cuarto punto es el más importante para nuestra consideración. Pues al comparar las enseñanzas infalibles del Papa Pío IX en el Syllabus de Errores y en Quanta Cura, con los decretos del Vaticano II, vemos una diferencia absolutamente irreconciliable. El Papa Pío IX condenó explícitamente el indiferentismo religioso y la libertad religiosa; el Vaticano II enseñó todo
lo contrario. ¿Y cómo explicaron los modernistas esta contradicción en el Vaticano II? ¡No lo explicaron porque no pudieron! En su lugar, evadieron el tema por dilación. El P. Courtney Murray, S.J., el autor del decreto Dignitatis Humanae del Vaticano II, sobre la Libertad Religiosa, se dio cuenta de las contradicciones entre las enseñanzas del Papa Pío IX y este decreto, y dijo que la reconciliación entre los dos habría de dejarse para el trabajo de futuros teólogos.

El quinto aspecto del Juramento Contra el Modernismo trata con la fe. Es a causa del falso concepto modernista sobre la fe — la inmanencia vital — que ellos declaran que las falsas religiones del mundo, como el animismo, el budismo, el hinduísmo, etc., tienen “fe.”

El Juramento Contra el Modernismo claramente identifica este error y e esta manera presenta el concepto católico de la fe:

“Quinto, sostengo con certeza y sinceramente confieso que la fe no es un sentimiento ciego de religión que emana de las profundidades del subconsciente bajo el impulso del corazón o el impulso de una voluntad entrenada para la moral; sino que la fe es un asentimiento genuino del intelecto a la verdad recibida por el oír de una fuente externa. Por este asentimiento, a causa de la autoridad del Dios supremamente verdadero, creemos como verdad aquello que
ha sido revelado y testificado por un Dios personal, nuestro Creador y Señor.”

Una vez más, vemos cómo los modernistas se apartan de la verdad objetiva para entrar en el reino de la especulación subjetiva. Cuando se reduce la fe como un mero “sentimiento humano de la religión que emana de las profundidades del subconsciente,” entonces a todos se les considera que tienen “fe.” El animista, el vuduísta, el hindú y el budista, de acuerdo con el modernista, tienen “fe” — “el sentimiento de religión.” Esto es sin duda el falso principio que llevó a Juan Pablo II a invitar a 150 religiones del mundo a Asís para orar a sus dioses por la paz mundial. Como ya se ha dicho tantas veces, el falso ecumenismo de Asís fue un alejamiento absoluto del Primer Mandamiento de Dios:

“Yo soy el Señor tu Dios; no tendrás dioses ajenos delante de Mí.”

Finalmente, el Juramento Contra el Modernismo trata con varios otros errores modernistas, de los cuales, debemos centrarnos particularmente en aquél sobre la falsa interpretación de la Sagra Escritura:

“Asimismo, rechazo aquel método de juzgar e interpretar la Sagrada Escritura, el cual, alejándose de la Tradición de la Iglesia, la analogía de la fe, y de las normas de la Sede Apostólica, abraza las tergiversaciones de los racionalistas y sin prudencia o restricción adopta el criticismo textual como la única y suprema norma.”

Hoy podemos frecuentemente encontrar sacerdotes y teólogos modernistas que abiertamente niegan los relatos bíblicos de Adán y Eva, del Pecado Original, del Diluvio, y tantos otros eventos históricos en la Biblia. En esta materia, encontramos que los modernistas en realidad no creen en la divina
inspiración de la Sagrada Escritura. Como el Papa San Pío X describió en su encíclica Pascendi:

“Los modernistas no vacilan en afirmar comúnmente que estos libros (la Sagradas Escrituras) y especialmente el Pentatéuco y los primeros tres Evangelios, han sido formados
gradualmente por adiciones a una breve narración primitiva.”

A partir de esta falsa teoría sobre la Sagrada Escritura, intentan luego escribir una historia de esta “vital
evolución” en los Sagrados Libros, lo cual, repito, no se basa en ninguna evidencia objetiva, sino en sus propias falsas especulaciones:

“En verdad esta historia ellos (los modernistas) la escriben y con tanta seguridad de que alguno les crea que con sus propios ojos vieron a los escritores trabajando a través de las edades ampliando los Sagrados Libros.”

A finales de los 70s, dos estudiantes de una universidad jesuita visitaron una vez nuestro seminario y expusieron sobre su “historia” de Adán y Eva. Dijeron que si uno lee “entre líneas” el Libro del Génesis, encontrará que Adán y Eva no eran realmente personas individuales, sino dos tribus diferentes. Luego describieron vivamente cómo la “tribu Adán” fue destruida por la “tribu Eva.” Cuando se les pidió que comprobaran tan extravagante interpretación, dijeron que era muy obvio si se lee “entre líneas” el Libro del Génesis. Esto no es, de manera alguna, un ejemplo aislado. Recientemente un sacerdote modernista
y profesor de las Escrituras, dio una conferencia sobre las Epístolas de San Pablo y sacó la teoría de que era imposible para él creer que un Dios misericordioso castigaría a alguien en el infierno por toda la eternidad, aun cuando su teoría contradecía las mismas palabras de Cristo. Ejemplos de tales disparates son demasiado numerosos para explicar con detalle.

Habiendo considerado brevemente algunos de los errores más importantes del modernismo, ¿es de asombrarse que el Papa San Pío X fuera tan inflexible en desenmascarar y refutar esta herejía? El modernismo ha llevado a la apostasía de nuestros tiempos. Miremos siempre a Cristo, a Sus enseñanzas,
y a Su Iglesia para permanecer en el camino de la salvación; vivamos también el lema de San Pío X: “Restaurar todas las cosas en Cristo.”

In Christo Jesu et Maria Immaculata,
Most Rev. Mark A. Pivarunas, CMRI

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