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Profesión de Fe

Yo, N.N., de __ años de edad, nacido fuera de la Iglesia católica, he sostenido y creído errores contrarios a su enseñanza. Ahora, iluminado por la gracia divina, me postro ante vos, reverendo Padre, teniendo ante mis ojos y tocando con la mano los santos Evangelios. Y con una fe firme creo y profeso todos y cada uno de los artículos contenidos en el Credo de los Apóstoles, a saber: Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su único Hijo, Señor nuestro, que fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la Virgen Marí; padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso; de ahí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.

Acepto y abrazo firmemente las tradiciones apostólicas y eclesiales, así como todas las demás observancias y constituciones de la Iglesia. Del mismo modo acepto la Sagrada Escritura de acuerdo con aquel sentido que la santa madre Iglesia sostuvo y sostiene, ya que es su derecho el juzgar sobre el verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; y no las recibiré e interpretaré sino de acuerdo con el consentimiento unánime de los Padres.

Profeso también que los sacramentos de la nueva ley son, verdadera y adecuadamente, siete en número, instituidos para la salvación; aunque no se necesita recibirlos todos. Ellos son: bautismo, confirmación, Eucaristía, penitencia, extremaunción, orden y matrimonio; y todos confieren la gracia. De estos, el bautismo, la confirmación y el orden no pueden ser repetidos sin cometer sacrilegio. Asimismo, recibo y acepto los ritos de la Iglesia católica que han sido recibidos y aprobados en la solemne administración de todos los sacramentos mencionados.

Abrazo y acepto todas y cada una de las partes de lo definido y declarado por el santo Concilio de Trento acerca del pecado original y la justificación. Asimismo profeso que en la Misa se ofrece a Dios un verdadero, apropiado y propiciatorio sacrificio por los vivos y muertos; y que en el santísimo sacramento de la Eucaristía están verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, junto con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo; y que allí tiene lugar la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo, y de toda la substancia del vino en su sangre, y esta conversión la Iglesia católica llama transubstanciación. Confieso que cada una de las especies se recibe a Cristo todo y entero.

Sostengo firmemente que existe el purgatorio, y que las almas detenidas allí son ayudadas por los sufragios de los fieles.

Asimismo, que los santos reinantes con Cristo deben recibir honra y plegarias, y que ellos ofrecen plegarias a Dios en nuestro beneficio, y que sus reliquias deben ser veneradas.

Resueltamente afirmo que las imágenes de Cristo y la siempre Virgen Madre de Dios, y asimismo aquellas de otros santos, deben ser cuidadas y conservadas, y que se les debe mostrar el honor y la reverencia debidas. Afirmo que el poder de las indulgencias fue dejado por Cristo a la Iglesia, y que su uso es eminentemente beneficioso para el pueblo cristiano. Reconozco a la santa, católica, apostólica y romana Iglesia, madre y maestra de todas las iglesias, y prometo y juro verdadera obediencia al Romano Pontífice, sucesor de San Pedro, el príncipe de los apóstoles, y Vicario de Jesucristo.

Además, acepto indudablemente y profeso todas aquellas otras cosas que han sido transmitidas, definidas y declaradas por los sagrados cánones y concilios ecuménicos, especialmente el sagrado Concilio de Trento y el Concilio General del Vaticano; y de manera especial todo lo que concierne a la infalibilidad y primado del Romano Pontífice. Al mismo tiempo, también condeno, rechazo y anatematizo cualquier cosa contraria, y cualquier herejía que ha sido condenada, rechazada y anatematizada por la Iglesia. Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, que ahora libremente profeso y sinceramente sostengo, es la que resueltamente he de mantener y confesar, con la ayuda de Dios, en toda su integridad y pureza hasta mi último aliento, y haré todo lo que pueda para asegurar que los que de mi dependen, y sobre los que tenga yo cuidado, sostengan, enseñen y profesen públicamente esta misma fe.

De esta manera me ayuden Dios y estos santos Evangelios.