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El Apostolado de la Educación Católica

“Mis delicias son con los hijos de los hombres…” (Prov. 8:31)

Sister teaching in the first grade classroom

Estas palabras del libro de Proverbios probablemente sonarían muy bien al salir de los labios de muchas Hermana católicas. Por alguna razón, la enseñanza y las Hermanas religiosas parecen ir de la mano. Por siglos, las mujeres religiosas se han ocupado de la educación de jóvenes, y las Hermanas de María Reina Inmaculada no son la excepción. La enseñanza ha sido uno de los mayores apostolados de las Hermanas marianas desde los mismos principios de esta comunidad religiosa.

La instrucción en las verdades de la fe católica — el propósito de la existencia del hombre, y el conocimiento de cómo vivir de acuerdo con la voluntad de Dios — está incluída en la tradición de la educación católica. La energía y experiencia de las Hermanas marianas son visibles en el salón de clases, así como en la excelencia del desempeño estudiantil. Los carteles coloridos, los tableros de anuncios y las obras de arte proveen de lecciones visibles en la fe para visitantes y estudiantes. Desde niños ordenados y uniformados trabajando en sus escritorios, hasta los programas navideños, todo manifiesta un esfuerzo por la excelencia, aún en las cosas pequeñas, todas cuidadosamente ordenadas para conducir corazones y mentes jóvenes hacia Dios. Miguel ángel una vez dijo, “Las naderías hacen la perfección, mas la perfección no es ninguna nadería.” Las Hermanas lo llevan un paso más allá al tomar a pecho las palabras de nuestro Divino Salvador, “Sed perfectos, así como vuestro Padre Celestial es perfecto.”

Los frutos de las obras de las Hermanas se ven pronto en el éxito de su esfuerzos educacionales. A nivel primaria, su programa de lectura basado en la fonética, Reading Express, ha tenido resultados asombrosos, aún en los primeros dos años. Los chiquillos del jardín de niños del año pasado ya estaban leyendo para el “día de acción de gracias.” Cuando en la primavera se les dio los exámenes estándar anuales, toda la clase calificó en el nivel más alto posible en la lectura. Este éxtio le ha ganado al programa ser reportado en los noticieros locales.

Los éxitos más queridos para las Hermanas, sin embargo, no son los más obvios o cuantificables. Aún más confortante es ver un crecimiento lento, pero firme, de la gracia en las almas jóvenes. Tal progreso, aunque frecuentemente oculto, puede verse en la confianza infantil del estudiante en la oración, en su incrementado conocimiento de las verdades de la Fe, y en sus esfuerzos por vencer la tentación y por amar al infinitamente amoroso Dios. Los muchachitos y muchachitas bien educados ciertamente son una fuente de gran gozo para las monjas, pero su máximo orgullo se encuentra en los estudiantes que además son católicos devotos y fervientes. Pues, la mayor preocupación de cualquier Hermana es el fin último del hombre, su eterno destino con Dios.

Resultados como estos no vienen sin mucho esfuerzo, una base curricular sólida, y un fundamento de vida de oración ferviente. Un día en la vida de una Hermana profesora es seguro muy ocupado, lleno con una multitud de “naderías” de Miguel ángel. Pero cada una se ofrece a Jesús, su Esposo, para el progreso de su Reino. La Hermana profesora se apropia para sí las palabras de Nuestro Divino Señor, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”