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El apostolado de Fátima

La Congregación María Reina Inmaculada está especialmente dedicada a la propagación del mensaje que Nuestra Señora dio al mundo en Fátima (Portugal) en 1917. El mensaje de Fátima, con sus súplicas por una vida de oración, penitencia, reparación, modestia y consagración, desempeñó un papel decisivo en llevar a los primeros miembros de la Congregación a renunciar al espíritu mundano y a abrazar la vida religiosa en espíritu de penitencia y de satisfacción por los pecados del hombre.

En efecto, el espíritu mariano de la Congregación se origina en el mensaje de Fátima, según el cual Dios desea hacer conocer al mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. De ahí que los sacerdotes, hermanos y hermanas marianos se consagren totalmente a la Santa Virgen, según el método propuesto por san Luís María de Montfort, y usen el escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo como señal de dicha consagración. Además, para cumplir las urgentes súplicas de Nuestra Señora de Fátima — esto es, el rezo diario del rosario para obtener la paz mundial y el triunfo de su Inmaculado Corazón — los religiosos consideran al rosario una de sus principales devociones y luchan por fomentarlo entre las almas con quienes trabajan.

Los religiosos de María Reina Inmaculada honran a Nuestra Señora de Fátima observando los primeros sábados de cada mes en un espíritu de reparación a su Inmaculado Corazón. En respuesta a sus ruegos, hacen un especial esfuerzo por consolar a nuestra Santa Madre con la devoción que pidió para tales sábados: el rezo del rosario, quince minutos de meditación sobre sus misterios y la recepción de la Sagrada Comunión; todo ello en espíritu de reparación. Esto último, por supuesto, no está limitado a los primeros sábados, sino que se extiende a las vidas diarias de los sacerdotes, religiosos y religiosas marianos. Al ofrecer sus oraciones, sacrificios y penitencias de todos los días en un espíritu de amor y reparación, los religiosos toman a pecho las palabras de Nuestra Señora: “Muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y ruegue por ellas.”